La noche del sábado arrancó, sin embargo, con un clásico de su repertorio, Un buen castigo, uno de los temas de su anterior trabajo, Lo más lejos a tu lado (2003), con el que presentó a los grandes protagonistas de sus canciones: la fortuna antojadiza, el destino incontenible e inevitable y los amores imposibles, todos ellos al amparo del rock and roll. Pero las letras de su último álbum no resistieron escondidas y tras la apertura sonaron Viene y va y Por la boca vive el pez, el tema que da título al disco, para abrir paso al primer momento íntimo de la velada con Donde todo empieza y Me equivocaría otra vez.
Adolfo Cabrales quiso rodearse en el final de su periplo de buenos amigos y junto a sus fitipaldis (Carlos Raya en la guitarra, Candy Caramelo en el bajo, Javier Alzola en saxo y percusión, Jose "El Niño" Bruno en la batería y Joserra Semperena en el Hammond) subió al escenario a Quique González para entonar Cerca de las vías la única huella de Los sueños locos (2001).
Homenajeado fue también su primer álbum de estudio, A puerta cerrada (1998), que demostró su buen estado de salud con los primeros acordes de Rojitas las orejas y ¿Qué divertido! y su magnetismo para hacer bailar a los asistentes con El funeral.
El que fuera líder de Platero y Tú puede presumir de contar ya con temas inmortales en su discografía. La casa por el tejado y Soldadito marinero, los dos de Lo más lejos a tu lado, exhibieron anoche una vez más su capacidad de convertir en una 16.000 voces, que corearon al unísono, frente a un Fito emocionado, los estribillos de dos de los clásicos de la música española de este siglo.
El rey de las antítesis no pudo elegir para terminar otra canción que no fuera Acabo de llegar con la que despidió dos horas y media de un directo deslumbrante, el penúltimo de la gira que ha resucitado el rock. Y esta noche más.
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